Saturday, July 22, 2006

Palabras desde el subsuelo, mordidas de letras.

Daniel Bencomo

Bajo la tierra, es la primera acepción para la palabra subterráneo. En un contexto actual, principalmente en las metrópolis, se ocupa para nombrar al tren ligero que circula por debajo de la ciudad y, en ocasiones, asoma su lomo veloz sobre la dermis de la urbe. Otra definición tiene que ver con la condición alternativa de ciertas ideas, grupos, –de manera particular en los contextos creativos– que se manejan a contracorriente de los discursos dominantes, y son independientes tanto en dinámica vital como en sus propuestas. Sobre esta última definición, marco un agujero y empiezo a cavar ciertas ideas –topo–alrededor de un proyecto michoacano que ha adoptado ese nombre: El Subterráneo, revista independiente de creación literaria.

Desde hace tiempo conozco El Subterráneo, a sus editores, y he sido afortunado al contemplar, de forma casi completa, el desarrollo de este proyecto. Lo primero que me agradó fue descubrir la juventud de sus creadores y la voluntad de ellos para difundir su producto. Al igual que muchas otras revistas que pretenden ser literarias, surgió con la intención de proponer un espacio alternativo a los del establishment, de salir del oscuro pasillo de la pubertad y exhibirse, sin pudor, en un pequeño fanzine. Es cierto que –y esta pequeña vergüenza de editor la comparto con ellos– los primeros 36 y tantos números –breves en contenido, de alta periodicidad– carecen aún del rigor que se adquiere con la madurez y la información; sin embargo, esta condición de rebeldía, de pelea ante lo existente, es siempre deseable. Así, este subterráneo comenzaba a asomar su filuda nariz a las miradas morelianas, a la vez que adquiría densidad con rapidez, y ampliaba sus raíces y contactos flotantes.

Para una revista literaria siempre existirá la tentación de los estímulos oficiales, arma con filos que pueden llevar a una publicación a la consolidación o bien, a desaparecer. Y ese momento llegó para El Subte, y supo solventarlo de manera exitosa, pues a partir del número 49 se observa un crecimiento del proyecto, tanto en su calidad gráfica y de impresión, como en la selección de sus colaboradores y la limpieza en la edición. Una característica importante es que no sólo hay interés por publicar al escenario incógnito de Morelia, sino también a jóvenes creadores de otros puntos del país, como Guadalajara, Colima y Zacatecas. Sus editores mantienen un espacio propio en cada número, para mostrar su creación. También se publican, en breve cantidad, colaboraciones de autores con cierta trayectoria. De esta manera se enriquece con diversidad de voces esta cloaca, que esparce sus aromas cada vez más lejos.

Así hasta llegar al número 54. Cinco años desde el inicio. Lapso de madurez, de crecimiento, de publicar a mucha banda –con un amplio espectro de calidad literaria–, de generar y colaborar –junto a otras revistas literarias del interior del país– en una red de proyectos literarios: la red electrónica Suelos Aliados, que aglutina a revistas de muy diversos lares del país, incluidos Yucatán, Campeche, Monterrey. Tiempo para llegar a las manos de muchos lectores que, como yo, no les conocían. De darle al chimuelo “leedor”, dulces cristalizados de literatura fresca, hecha por jóvenes “escribidores” o “palabreros”, para romperse los pocos dientes que le quedan con golpes de tierra, creaciones sísmicas, de acuerdo al eslogan que ha acompañado a la revista. Junto a al desarrollo propio de la revista, es notoria también la evolución de sus editores, que cada día afinan más su trabajo creativo, y pretenden confirmar su lugar dentro de las promesas jóvenes michoacanas.

De esta forma, un proyecto que poco a poco asoma de las catacumbas culturales de una ciudad –fraguado, como otros tantos, bajo el golpe de indiferencia y la poca promoción cultural de su medio–se consolida y muda de piel, reptil moreliano, para enseñarnos entre sus dientes literatura nueva, mientras se seca la oscuridad que le escurre y por supuesto, deseando sobrepasar el sino trágico que abunda en las revistas literarias después de unos cuantos números publicados.

El más reciente número de El Subterráneo (55), presenta un nuevo formato, imagino adecuado a las nuevas circunstancias económicas del proyecto editorial. Hay una evolución. Menos prolija en cuanto a espacios, pero con una buena selección de material. Esperemos que este proyecto permanezca por mucho tiempo más, y siga cumpliendo su función de espacio alterno, independiente; que el rigor editorial y la calidad también aumenten y, por supuesto, deseamos mantenga ese aliento de rebeldía e independencia que ya le pertenece y que lo mantiene a flote entre nuestras cañerías favoritas.

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